Dependiendo de quien la cuente y de acuerdo a sus intereses, la leyenda del bandido se ha utilizado en muchos casos para justificar acciones.
Muchos creen que Robin Hood les robaba a los ricos para repartir entre los pobres. Sin embargo, el relato concreto cuenta de que el héroe de los desposeídos no asaltaba a los ricos sino a los que recaudaban impuestos, con la intención de restituirles el dinero sustraído a los contribuyentes.
A lo largo de la historia muchos gobernantes han intentado presentarse como el falso Robin Hood, argumentando la idea distorsionada de que quitándole a quienes mayor poder adquisitivo tienen (y que no necesariamente son ricos) podrían mejorar la situación de aquellos de menos recursos, esgrimiendo de esta forma tener la solución para eliminar definitivamente la pobreza. Pero eso sólo ha demostrado ser un discurso demagógico de muchos políticos sobre la distribución de la riqueza, que paradójicamente, dicha distribución nunca a ellos los incluye.
Algo de esto hay en la retórica de la nueva gestión de gobierno que se ha iniciado en Argentina. Las primeras medidas económicas buscan transferir ingresos de un sector a otro por medio del aumento de la presión impositiva, convirtiéndose no justamente en el héroe de la leyenda, sino al contrario, en aquellos a los que el mismísimo bandido perseguía.
El alto nivel de impuestos que tiene nuestro país es una de las causas por las cuales la economía no puede crecer. El sector productivo necesita incentivos, no más asfixia.
Si esta ilógica idea de Robin Hood instalada en el colectivo popular persiste, cada vez habrá menos riqueza para distribuir y más pobres para asistir.
コメント