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Cambiar o nada cambia…

Foto del escritor: Pablo PuccioPablo Puccio

En estos días leía una nota realizada al filósofo y escritor Darío Sztajnszrajber, donde reflexionaba sobre la crisis desatada por el Covid-19 y de cómo la misma afectaba las formas de vincularse. Si bien la reflexión abarcaba un sinnúmero de aspectos relacionados con la vinculación humana, como para no ser demasiado extenso y a la vez intentar ser preciso, me gustaría enfocarme en uno de ellos de manera especial: la incógnita de saber en qué nos cambia como sociedad este aislamiento forzoso.

Debo ser sincero que a pesar de considerarme un tipo altamente optimista, en estos tiempos que corren me cuesta mucho encontrar motivos suficientes como para despojarme de todo escepticismo. Tal vez sea el hecho de que percibo en la gente una idea de cambio colectivo, pero sin el compromiso individual necesario como para que ello ocurra; como si el cambio o conversión tuviera que venir desde el afuera, de lo externo, sin que ello comprometa mis estructuras o programas de pensamientos preexistentes.

Se habla de una crisis mundial y de la necesidad de un cambio social, sin embargo no se ve un claro convencimiento propio, no se vislumbra un proceso introspectivo donde prive la reflexión y la autorregulación como para lidiar con la peor pandemia, la crisis del individuo.

Sobre esto, Darío Sztajnszrajber nos dice en un párrafo: “es cierto que uno visualiza formas de solidaridad, pero no creo que sean fruto de ningún tipo de conversión. Me cuesta ver que aquel sector de la sociedad encerrado sobre sí mismo se haya convertido a un altruismo solidario o al amor por el prójimo. Yo no veo amor por el prójimo, veo amor por uno mismo, miedo a lo que se puede generar en uno. Creo que los sectores que ya eran solidarios siguen siendo solidarios, la gente que uno ve que sale con compromiso social a trabajar por el otro es la gente que ya lo hacía antes. No hay un cambio, una conversión, no es una situación límite que haya cambiado la forma de pensar. El que era choto es más choto que nunca y el que era copado tiene toda la posibilidad de traslucir su sensibilidad social y hacer algo con eso.”

En síntesis, más allá de lo fuerte que suenen sus palabras, habrá que ver en qué lugar estamos parados cada uno y replantearnos que tanto nos interesa modificar esquemas propios, ya no tanto como para ilusionarnos con una sociedad evolucionada, sino más bien para pensar que todo cambio es posible solo si yo lo decido.

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