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La búsqueda

Foto del escritor: Pablo PuccioPablo Puccio

Más de una vez nos asalta una indescriptible sensación de que nacimos en un tiempo y en un lugar que no se condicen con nuestros sueños. Nos resulta incómodo transitar esta vida sabiéndonos extranjeros aún en nuestra propia tierra; y hasta no nos parece descabellado pensar que la solución sería emigrar a otro sitio, así ese extraño sentimiento terminaría por desaparecer.

Sin embargo, seguimos adoleciendo una especie de nostalgia por aquello no conocido, por ese lugar ignoto, lejano, pero a su vez tan cercano que nos empuja a acentuar la búsqueda.

Al final de cuentas de eso se trata la vida, de una búsqueda. Una búsqueda constante por saber cuál es el motivo de nuestra existencia y descubrir por qué, después de recorrer diversos caminos plagados de logros y concreciones, continuamos aún experimentando una mezcla de insatisfacción y desilusión por no haber hallado ese lugar perfecto.

Con respecto a esto Jesús Adrián Romero, en su libro Besando mis rodillas, nos dice: “Tengo muchas razones para sentirme contento, pero esta añoranza me persigue como sombra. A veces me siento como un exiliado tratando de regresar a un país que no conozco. Un lugar donde se habla un idioma que se me ha olvidado.”

Sin dudas que esa extraña inquietud por alcanzar el paraíso soñado, aquel Edén dilapidado por nuestros padres primitivos, no es otra cosa que el deseo profundo de recuperar una identidad perdida. Identidad directamente relacionada con la herencia, no de aquellos primeros habitantes de la tierra caídos en desgracia, sino del autor supremo de toda la creación que existe en el universo, una herencia no siempre reconocida por nosotros y que nos impide poder apreciar la verdadera magnitud que esta tiene. Que lo entendamos o no, que lo asumamos o no será un desafío absolutamente de cada uno, y de esta decisión dependerá el sentido que adquiera nuestra existencia a partir de ahora.

Fuimos creados para procrear, que en otras palabras significa que se nos dio la facultad de dar Vida y no de destruirla; se nos dio libertad y capacidad para ser creativos, como el mismísimo creador

Cuando comprendemos cuál es nuestro linaje, cuando decidimos reconocer nuestra esencia y aceptar a quién nos la otorgó, solo allí, comenzamos a recorrer el viaje más fascinante jamás imaginado. Un viaje compuesto por otros pares tan diversos pero a la vez tan semejantes que hacen posible vivir está fantástica aventura.

“No hay nada en el sujeto que no sea la resultante de su interacción con otros…” (diría Enrique Pichón Riviére)

Porque es a través del vínculo que le van a llegar al individuo las significaciones sociales: cómo se debe pensar, cómo se debe sentir, cómo se hacen las cosas, como se resuelven las distintas problemáticas en una cultura, en una sociedad determinada. El sujeto aislado es un sujeto que se empobrece, es un sujeto que se pierde a si mismo, que se deteriora.

Por eso, nunca es tarde para volver, nunca es tarde para volverse a los demás.

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