Días pasados alguien me hizo la pregunta de, porqué había decidido estudiar Psicología Social. Y más allá de las razones esgrimidas como respuesta en ese momento, que fueron varias y casi todas relacionadas con una cuestión de gusto personal, esto me llevó a realizar un auto análisis sincero de lo que ha significado para mí el encuentro con esta carrera.
Entre tantos apuntes que pasaron por mis manos en los años de estudio, hubo un párrafo de uno de ellos que vino a mi mente y que podría llegar ser la expresión más justa de lo que me impulsaría a avocarme de lleno al fascinante mundo de la psicología social.
Dice Román Mazzilli: “La experiencia de trabajar con gente uno la tiene desde siempre. Yo pienso que nosotros somos expertos en trabajar con gente, pero al hacer una carrera cómo está, uno toma conciencia que es experto.”
Y resulta así indefectiblemente cada vez que pienso en los diferentes grupos que he participado (grupos familiares, laborales, educativos, institucionales, grupos de amistades, de deportes, etc.) haciendo ensayo-error, a veces jugando un papel, a veces otro. Grupos en los cuales tantas veces intervine como acompañante, como nexo o mediador, como promotor o facilitador, contribuyendo a la realización y optimización de una tarea, y adquiriendo a su vez sin darme cuenta una muy rica experiencia.
Sigue diciendo Mazzilli: “Hay muchas cosas en las que uno es experto. Quizás es un experto que, como ignora esa atribución, tiene que ordenar el material, tiene que poner palabras, conceptos.”
Será por ello entonces que abracé esta carrera; por la búsqueda constante de poder articular todas aquellas experiencias vividas con una teoría, intentando ponerle palabras y conceptos que ignoraba.
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