Autoconocimiento
- Pablo Puccio
- 17 jun 2019
- 2 Min. de lectura
“Sólo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú”. – Aldous Huxley (Escritor y filósofo inglés).
Daniel Goleman, autor de La inteligencia emocional (1996) plantea el concepto de “conciencia de uno mismo” a la que describe como “…una atención progresiva a los propios estados internos”, es decir, un proceso en el que la mente observa la experiencia de la propia mente, incluyendo las emociones.
El yo es un ser complejo integrado por un cuerpo físico y por conocimientos, emociones, sentimientos, principios, creencias y percepciones. Adicionalmente, está rodeado de semejantes y de un entorno físico ambiental. Como inteligentemente definió el filósofo José Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mis circunstancias”. Éstas, como todos sabemos, contribuyen a determinar nuestro comportamiento.
Alguna vez hemos oído a alguien decir “No se cómo reaccionaría frente a una asalto con arma de fuego para robarme”. Es cierto. Pensamos que nos conocemos bien y que podemos imaginar lo que haríamos en cualquier situación, pero generalmente no es verdad.
Muchas emociones son inconscientes. Las reacciones pueden ocurrir antes de que tomemos conciencia de nuestra percepción objetiva ante una situación extrema.
Al igual que en cualquier esfuerzo para lograr un propósito importante, para asumir la gerencia de uno mismo se comienza por determinar claramente la posición de la que se parte. Puesto que el sujeto del proyecto se trata de uno mismo, se empieza por la evaluación del yo.
La autoevaluación (o como algunos dicen, auto-indagación) tiene por objetivo, de acuerdo con Peter Drucker (2005), identificar cuáles son mis fortalezas, cómo me desempeño, cuáles son mis valores, a qué y dónde pertenezco, y en qué debo contribuir. No es una tarea fácil.