Potenciando la acción y la producción creativa

Alrededor de 1930 los informes de los antropólogos culturales, especialmente los de Margaret Mead, aclararon abundantemente que el hombre es un animal cultural en un grado no sospechado por la mayoría de los psicólogos de esa época. Surge así la necesidad de considerar a los individuos como miembros de grupos , y que procesos psicológicos básicos tales como la percepción, pudieran resultar aspectos de la interacción entre personas y no meras reacciones privadas. Sigmund Freud, hace contribuciones a esta idea en lo que atañe a la modificación de procesos psicológicos por medio de la interacción, tanto en la familia como en la situación terapéutica.

Psicólogos de trascendencia como George Mead , Muzafer Sheril, proporcionaron una teoría de la interacción social, que no ignoraba la realidad psicológica ni la sociológica. Teodore Newcomb también sostiene que es insoslayable al psicólogo el abordaje de lo social.

En la Argentina El Dr. Enrique Pichón Riviére, médico psiquiatra, en su trayectoria de quince años en el Hospicio de las Mercedes, hoy en día neuropsiquiátrico José Borda, comienza a gestar su práctica y su teoría. En 1953 funda el Instituto Argentino de Estudios Sociales, como parte de ese Instituto, la Escuela de Psiquiatría Dinámica que mas tarde se llamaría Primera Escuela de Psiquiatría Social y por último Primera Escuela Privada de Psicología Social. El Dr. Enrique Pichón Riviére nos dice: “El sujeto es sano en tanto aprende la realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose, a la vez el mismo. Está activamente adaptado en la medida que mantiene un interjuego dialéctico con el medio”.

La Psicología Social posee un sólido marco teórico y práctico que le permite a sus Operadores trabajar potenciando la acción y la producción creativa de las personas reunidas en distintos ámbitos, como el familiar, grupal, institucional, comunitario, (en todos los ámbitos donde haya interacción humana). La sociedad en la que vivimos atraviesa por momentos de transformaciones vertiginosas. Está marcada por profundos cambios que implican la ruptura de esquemas y referentes previos con los consecuentes desequilibrios que sufren los sujetos en sus distintos grupos de pertenencia.

De ahí la importancia de conocer la compleja trama social para abordar sus conflictos y procesos de comunicación generando herramientas que favorezcan el logro de adaptaciones y transformaciones positivas. Las mismas se sustentan en el conocimiento de las necesidades propias y de la comunidad para encontrar los caminos que lleven a satisfacerlas.

Esto implica generar espacios de aprendizaje en los que se aprende a aprender y a pensar, transformándose para transformar. Promoviendo así el protagonismo y la participación activa de los sujetos en la sociedad, mejorando la calidad de vida.