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Compitiendo

Foto del escritor: Pablo PuccioPablo Puccio

La competición es la búsqueda de un resultado óptimo que esté por encima de otros resultados. Competir, pues, en su aspecto sano, implica una voluntad de superación y evolución. El problema empieza cuando, llevada a lo neurótico, usamos la competición para conseguir aprobación y admiración por parte de los demás.

Hay personas que convierten su vida en una carrera destinada a demostrar quién es el/la mejor, compitiendo en todos los ámbitos y con todo el mundo: hermanos, pareja, amigos e incluso con desconocidos. A veces esta actitud surge de forma automática e inconsciente y puede mostrarse abiertamente o, por lo contrario, ser totalmente invisible a ojos de los demás (y a veces incluso a los propios).

La sociedad en la que vivimos nos empuja ya desde niños hacia una competitividad insana. El sistema educativo, de entrada, ya fomenta la comparación, la automatización y el resultado en lugar de otros aspectos más sanos como pueden ser el proceso, la creatividad y las aptitudes e intereses personales. A partir de aquí, la publicidad, la televisión, el consumismo… todo nos recuerda una y otra vez que tenemos que ser mejores y tener más que el vecino.

Si a esto le sumamos la tendencia natural que algunas personas tienen hacia la competición, no es de extrañar que muchos acaben notando sus consecuencias negativas. La competición nacida desde nuestra parte menos sana, se convierte en la búsqueda de un reconocimiento basado en la comparación y el fracaso de otros. Esta actitud nunca consigue una satisfacción real, nunca sacia, por lo que acaba atrapando en un círculo del que resulta complicado escapar: cansancio, estrés, envidia, malestar, ansiedad, inseguridad, perfeccionismo excesivo, comparación constante… son algunos de los efectos de una competitividad mal entendida o llevada al extremo.

“No actúes por reacción a lo que digan bueno o malo de ti. Transforma tu orgullo en dignidad y tu envidia en admiración por los valores del otro”, dice Gurdjieff en sus preceptos. Tenerlo presente nos ayuda a liberarnos de la esclavitud de la opinión externa, a no caer en la competitividad para satisfacer el orgullo o la inseguridad y cambiar la comparación por admiración y reconocimiento a los demás.

(Fuentes: psicopedia.org)

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