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Asumiendo retos

Foto del escritor: Pablo PuccioPablo Puccio

Cuando niño, muy a menudo era asaltado por sueños que por su peculiar desarrollo me dejaban sin aliento. Solía caer vertiginosamente al vacío de altos edificios, cimas escarpadas o sendas empinadas, con un mismo resultado: el despertar me devolvía a la vida. La sensación que experimentaba en ese momento era indescriptible, una mezcla de agitación y alivio al descubrir que todo había sido imaginario.

Muchas veces ese mismo sentimiento se nos presenta hoy estando despiertos frente a determinadas situaciones en lo cotidiano. Hay un abismo infranqueable delante de nuestros ojos que desearíamos más que nunca fuera un sueño. Por el contrario, resulta ser la gélida realidad que nos increpa, que nos ahoga, a la vez que nos empuja a tomar importantes decisiones.

Y nos activamos, y salimos del letargo. Y nos lanzamos a la búsqueda incesante del antídoto que cure cierta aflicción o el paliativo necesario para continuar. Allí ha comenzado el desafío; estamos transitando nuevos caminos, nos hemos internado en la mágica aventura de descubrir el verdadero sentido de todo esto llamado existencia. No ha de ser fácil ni mucho menos, pero es el resultado de nuestro libre albedrío adquirido.

A lo largo del camino hemos de compartir el viaje con contrapuestas sensaciones; encuentros y pérdidas, lágrimas y sonrisas, ilusión y desencanto, fe y desesperanza, todas ellas como fruto de aquellos vínculos que necesariamente vamos generando. Más de una vez nos ha de confrontar la molesta pregunta: ¿por qué esto, o por qué aquello? La respuesta deberemos buscarla en el “para qué” de todo ello.

Aún las situaciones más extremas y más cruentas tienen un mensaje en sí mismas, solo se necesita poseer la capacidad para interpretarlo. No alcanza simplemente con saber cuál es el origen de dicha situación, ni descubrir si un hubo “quién o quiénes” la generaron. Porque al final de cuentas, sabiendo aún todo esto, solo me servirá pararme frente al camino con la mirada puesta en un futuro diferente a pesar de que el presente me demuestre lo contrario.

Como dije antes, no ha de ser fácil ni mucho menos, pero la decisión de asumir riegos y enfrentar desafíos dependerá exclusivamente de mi determinación, aunque esta conlleve la lógica resistencia al cambio, el temor al fracaso.

Es probable que a partir de esas decisiones comencemos a descifrar el gran jeroglífico que es la vida. Quizás en ese momento podamos descubrir que siempre hay una nueva oportunidad y que nunca es tarde para aceptar nuevos retos.

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